martes, 6 de octubre de 2015

el sinsentido del sentido


¿Cuál es el sentido de la vida? Y no lo digo como rezago de las clases de filosofía, lo digo como el hombre que se interpela ante la realidad que lo circunda… no hay sentido, no existe, al menos objetivamente, tal falacia… el sentido se construye, es una opción personal… habrá quien lo encuentre en otros, la familia, los amigos, acaso alguno lo fundará en un proyecto al cual entregarle la vida, un trabajo, o quizás la fe, Dios… sea cual sea el fundamento de tal sentido, basta con saber que calma la angustia de existir… este no saber… el sinsentido de una finitud anhelante… como un ir herido por ahí, desangrándose hasta la muerte, hasta el silencio de todas las preguntas y el final de todos los afanes…

Más que sucede cuando aquello que funda la existencia pierde la capacidad de integrar la vida… que pasa cuando te descubres solo, en medio de la nada de la entrega, de las promesas no cumplidas y de las falsas ilusiones… la utopía no es refugio, es anhelo que cobra al soñador la estupidez de esperar… no es lo que pensaba, ha ocurrido una ruptura… ruptura acentuada por el tiempo, mortal tiempo que se escapa como agua entre los dedos, imparable, tiempo que se hace conciencia y te pregunta ¿Dónde estás? ¿Para qué? ¿Ha valido la pena? Se va la vida ¿y tú?

Puede sonar egoísta pero no veo de qué manera distinta a la del yo se puede abordar el vértigo de vivir… se nace solo, se vive en medio de tantos pero íntimamente solo, y se muere solo… entonces no sería inapropiado pensar en sí mismo más que en otra cosa y revaluar los caminos trazados, volver a elegir, optar para sentirse vivo, para saber que aún queda el chance de ser dueño de la nada que se es, del suspiro de existencia que llevamos dentro y que se escapa, así, sin que se pueda controlar…

La vida no es la que soñé, no lo digo con aire resignado, aunque si en medio del duelo de no tener aquello que se esperaba, un día pensaba que el amor movía el mundo, pero no solo el amor, los odios, las envidias, los egoísmos, los pecados mayores y menores, todos posibilitan la sinergia de la vida… nadie me ha engañado, he sido yo el iluso, seguramente quise serlo, amparado en las fuerzas de la juventud que me convencían de la posibilidad de cambiar el mundo… ahora no quiero cambiar el mundo, no quiero cambiar nada, quiero reencontrarme y saber quién soy aquí y ahora, derrumbarlo todo y reconstruirlo sobre las cenizas de certezas reales, aquellas que aun subsisten en medio de la tendencia al caos…

Pero que no se engañe el lector de estas breves letras, no piense en el autor de estas líneas como un pobre hombre arrinconado en la nada, tampoco vaticine sobre el final de los caminos que me han traído hasta aquí, y mucho menos se atreva a rasgar sus vestiduras con la sola idea de ver caer una figura emblemática de fe… muy por el contrario celebro este estado en ocasiones nauseabundo, celebro abrir los ojos a la existencia tal cual es, con negros, blancos e infinidad de grises, celebro la posibilidad de dudar y la de elegir nuevamente o volver a elegir, celebro renovar lo que vale y alejarme de lo que ya no tiene sentido, no anhelo la quietud de una vida impávida, aunque duela estar al borde de un existencialismo para dummies, prefiero la vida así, acaso soy en gran parte hecho de nostalgia y un poco de la bohemia de siempre querer partir…


Tal vez esto se resume en lo inevitable de crecer, no soy el que fui, y el que soy, habiendo alcanzado lo que en otro momento servía de horizonte, reclama hoy desde lo nuevo que soy, volver a ser, desde la tensión de un nuevo a donde llegar… ¿A dónde voy? Ahora no lo sé, solo se lo que no quiero ser y donde no quiero estar, llegará una noche el eureka de mi vida y entonces valdrá la pena volar, sea el momento que sea, volar para sentirse vivo, por nuevos o por viejos caminos, no importa, solo volar como dueño de la vida que se vive… el mundo en ocasiones es una mierda pero se puede estar por encima de ello.

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