jueves, 21 de octubre de 2010

Aquel día...


Aquel día, después de tantos años, volvió a verla, no era ella, eran tan sólo unas pocas fotos impregnadas con la esencia de su belleza; el brillo de sus ojos cuando sonreía, la mirada profunda y llena de ternura, su tez blanca y suave y ese “no sé qué”, que de mirarla hacia que el aire se le oprimiera en medio del pecho, como un suspiro que se niega a salir y entonces todo lo ahoga, todo lo embarga…


 
Habían quedado atrás los años en los que silenciosamente la había amado, parecía no ser más que la sombra de aquellos amores de infancia que se tornan mágicos y temerosos, ingenuos y pasajeros; lo había sido todo, ahora los años se habían encargado de que tornara a la nada; pero aquella tarde volvió a oír su nombre, fue como si estuviera allí de nuevo, con el corazón tan lleno de ella y ahora tan vacio; aun a pesar del tiempo su rostro conservaba la esencia de la mujer que había amado, esa sonrisa permanecía viva en su memoria y fue la puerta por la que la nostalgia se adentro por completo… “Es curioso” se decía, “como es posible que el amor cale tan profundo y que pueda asomar sus visos en un hoy que lo considera muerto”…


 
Aquel día, después de tantos años, volvió a verla, y deseó, en lo más profundo de su corazón, que fuera feliz…