La miro, es tan hermosa, radiante, seductora, tierna, simplemente hermosa… si tan sólo supiera que no puedo estar un instante más lejos de ella, si pudiera decirle todo esto que siento, la manera como el corazón se me consume en medio de la mortal encrucijada del destino, que parece habernos condenado al vacío de la ausencia…
Ella me mira, sonríe y mi alma parece volar
dentro de mí, es como si esta oscura existencia se llenara de esperanza, al
menos por un momento que parece eterno… se acerca, sus ojos claros revestidos
por un brillo que no es otra cosa que el efecto de la bondad de su ser…
La aparto, mi brazo la desvía en su intento
de abrazarme, me duele, pero no puedo… ahora me desgarro por dentro porque sé
que con esto le destrozo su alma… ella llora y no soporto sentir que es por mi
culpa… volteo mi rostro para mirarla, y al hacerlo con mis lagrimas le pido
perdón, y entonces, con una dulzura de la cual sólo ella es capaz, la sonrisa
reaparece en su rostro y extiende su mano hacia mí, es como si nada temiera,
mientras yo lo temo todo… tembloroso tomo su mano, suave como… no puedo… la
suelto y caigo de rodillas al suelo… no puedo y sé que con esto le hago daño,
ahora no soy ya capaz de mirarla a los ojos… no quiero verla, no quiero ver su
mirada invadida de tristeza, no quiero hacerle más daño, no es justo, no lo
merece, porqué, porqué el destino es tan injusto…
Ella se acerca, me abraza por la espalda, y
siento que el vacío que llevo dentro ya no duele, es como si no lo recordara,
como si nunca… no puedo más, la miro y mis ojos son incapaces de ocultar la
mezcla de amor y angustia que llevo dentro, esta vez no puedo contenerme y
respondo a su abrazo, ella sonríe, no puedo soltarla… siento cómo su ser torna
a la nada la fuerzas la abandonan y yo no puedo dejar de abrazarla… la lastimo,
es mi amor el que la está consumiendo, es su amor el que impide que la suelte,
le cuesta respirar y aún dentro del dolor conserva la mirada serena y un brillo
de esperanza y alegría en su ojos, como si no fuese el final, como si
tuviéramos la eternidad para los dos…
Se va, está fría, su abrazo se apaga y su cuerpo se desvanece entre mis brazos… ahora está allí, en el piso, mientras yo la miro horrorizado, sintiéndome culpable por amarla… ahora huyo, corro escondiéndome del mundo, solo, condenado a ser incomprendido, llevando este secreto a mis espaldas… porque nadie jamás entendería… cómo yo… la muerte… me pude haber enamorado de la vida...